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Mensaje por Daella Blackfyre Vie Mar 28, 2014 5:05 pm

Una fina hebra de luz dorada se coló entre la fina fisura que había quedado entre las tupidas cortinas. No era la única ventana, ni el único tenue rayo de luz matinal que se filtraba a través de las telas, pero si era él único que trepó por la cama y lamió el rostro de Daella. Caía justo sobre la fina piel de sus párpados, al principio no perturbó su sueño, pero pasados unos minutos, la luz empezó a calentarle la piel y se volvió tan intensa que empezó a resultar molesta. Una delicada arruga apareció en su frente cuando frunció el ceño inconscientemente en respuesta a la desagradable sensación de quemazón y el brillo que perturbaba la quietud de su sueño. Su cuerpo desnudo, únicamente cubierto de cadera para abajo por una fina sabana blanca, fue recorrido por un tenue espasmo cuando su mente se vio obligada a abandonar el agradable estado de duerme vela en que se encontraba. Su pecho se inflamo suavemente, abandonando el sutil y acompasado suspiro de su respiración durante el sueño, y con la misma delicadeza y lentitud, el aire abandonó sus pulmones. Se tapó los ojos con el dorso de una mano antes de intentar abrirlos, y giró el cuerpo hasta colocarse perezosamente boca arriba. Notaba la piel de sus extremidades frías. Rozó de forma lenta pero continua un pie contra el otro, buscando el calor de la fricción. Aspiró profundamente y captó un cautivador y familiar aroma, intenso y masculino, el de su hermano. No necesitaba poder ver para saber que estaba allí, sabía que si alargaba la mano, aún a ciegas, encontraría el cálido y firme tacto de su cuerpo…tan tentador. Ese olor impregnaba su piel y estimulaba su mente, poco a poco, a medida que iba saliendo del cómodo y soporífero coma del sueño, detalladas imágenes de los recuerdos que guardaba de aquella noche se sucedieron con una parsimonia y aleatoriedad estimulante. Vió con toda claridad una imagen de su hermano visto desde arriba, una visión acompañada del vaiven que cabía esperar al estar siendo montado por ella, recordó con apabullante nitidez la expresión de su rostro, salvaje y lujuriosa, y el brillo lascivo y depredador de su mirada disfrutando cada tenso encuentro entre sus sexos, gozando de la sensación de tomar su cuerpo y arrancarle cada gemido con cada sensitiva penetración. Su cuerpo, tibio aún por haber dormido desnuda y destapada, se estremeció y se contrajo en un silencioso gemido de placer. Casi podía notar de nuevo el tacto firme y cálido, casi posesivo, de las manos de él tomando sus senos y pellizcándoselos entre los dedos, frenando el frenético balanceo de los mismos ante la intensidad del ritmo que llevaban. Incluso, le pareció escuchar el eco lejano y ansioso de sus propios gemidos, su pesada respiración y el chasquido húmedo de sus cuerpos al encontrarse.

Apartó la mano que le cubría los ojos, ya a salvo de la inoportuna luz de la mañana, y cruzó los brazos sobre sus turgentes senos, elevándolos levemente y los cubrió con suavidad con las manos, acariciándolos. Entre los largos y finos dedos asomaban los rosados pezones, como tentadores y apretados capullos que se erizaron levemente ante su contacto. Arqueó la espalda en una curva apenas perceptible y dejó escapar pequeño y sugerente gemido de excitación. Ya no sentía frío. Se apretó los senos, y cerró los dedos, clavando las yemas sobre el firme y voluptuoso relieve de los mismos. Cerró los ojos durante unos breves instantes, recreándose en los vividos recuerdos de aquella noche, en que no lo habían hecho ni una ni dos veces, si no más. Para una persona normal, un nivel de fogosa actividad como el que estallaba entre ellos durante sus encuentros, lo hubiera dejado destrozado e incapaz de levantarse de la cama hasta bien entrada la tarde, pero el deseo de Daella era insaciable, y el único que lograba calmar su ansia depredadora y lujuriosa, a pesar de disponer de cuantos hombres gustase para satisfacerse, era su mellizo. Aspiró profundamente, y su pecho se hinchó, aplastando los senos bajo el abrazo de sus extremidades, de sus dedos. Lo retuvo unos instantes.

La habitación estaba envuelta en una ligera penumbra, como una delicada neblina de matices grises y dorados de las estrechas columnas de luz que se colaban por las rendijas de las cortinas. A través del traslucido velo de aquella luz, los contornos de los muebles se perfilaban suaves y sinuosos, como en un sueño. El silencio que hacía presa de la habitación era extraño, pero no por ello desagradable, era un silencio que desbordaba una especie de calma resonante, matizado con el contrapunto del suave frufrú del cuerpo de la Valyria al estirarse sobre las sábanas, y si te detenías a escuchar, aún se podía escuchar el sonido pausado y susurrante de la respiración de Baelor. Si hubiera querido incorporarse, habría visto sus prendas desperdigadas por el suelo y sobre algunos muebles, arrancadas de sus cuerpos llevados por el desesperado deseo de su pasión. Aún recordaba con toda claridad el sonido del tejido de su vestido al rasgarse, y el excitante tirón sobre su cuerpo cuando Baelor la despojó de él… Si hubiera querido incorporarse, lo habría visto, pero no lo necesitaba. No tenía planeado vestirse en un futuro cercano. Se mordió el labio inferior, clavando con delicadeza los dientes sobre la carnosa curva rojiza y la soltó con lentitud, disfrutando del duro roce contra la sensible piel.

Entonces, exhaló el aire contenido y se lamió los labios con una parsimonia extasiante, cubriendolos de una húmeda pelicula de saliva, se tornaron de un apetitoso y jugoso color rojizo, como una herida abierta, llenos como una fruta madura que invita a ser mordida, y cuidadosamente delineados sobre la blanca y tersa piel de su rostro, destacándose la sensualidad de cada detalle. Ese gesto tan natural y seductor, aún cuando no había ojos que lo observaran, se debió a la mezcla sutil de aromas que había captado en el aire de la estancia. El olor más intenso, era el del cuerpo de Baelor, enmascarado por el de la aromática madera de algunos muebles y el del frasco de perfume de azahar derramado sobre la alfombra, derribado del tocador durante sus salvajes encuentros. Y más allá, como un soplo lejano, susurrante, detecto el almizcle de la pasión, del deseo que busca al otro para colmarse mutuamente, en definitiva, olor a sexo, un aroma que hacía tan solo unas horas se había adueñado de hasta la última brizna de aire, hasta condensarse, hasta impregnar su cuerpo con una fina capa de sudor, hasta volverse casi material. Ese olor terminó de prender la llama de su deseo, y es que para Daella, unas horas de sueño solo servían para devolverle todo su apetito intacto.

Notó un pulsante foco de calor entre sus piernas, y una inyección de renovada energía filtrarse en cada célula de su cuerpo. Se giró, recostándose sobre uno de sus costados, mirando el perfil del objeto de su deseo, recorriendo cada palmo de piel descubierta con sus violaceas pupilas, brillantes por el libido estimulado dentro de ella. Ella había nacido con el don innato de la seducción, sabía mejor que muchos los matices que entrañaba el significado de esa palabra, y aún así no sabría describir el calor ardiente, la lujuria y el lascivo deseo que prendía y consumía su ser cada vez que se lo encontraba. Si se viera forzada a dar una explicación diría que…era como una adicción, como una necesidad, la única forma de sentirse…entera. Se fijó en la sábana que oportunamente cubría su sexo y entrecerró los ojos. Apretó levemente los labios y su expresión se torno intensa y anhelante al recordar el placer de sentir esa fuerte erección clavarse con profundo deleite dentro de ella. Alargó la mano, solo tenía que apartar la molesta sábana…pero entonces, escuchó como daba un leve respingo, antes siguiera de haberle rozado, y se giró pesadamente dándole la espalda. Daella se incorporó y ladeó la cabeza con gesto suspicaz y curioso. ¿Estaría despierto?¿ La habría estado tomando el pelo hasta ese momento?...no, no lo creía, de ser así era más probable que no hubiera perdido el tiempo al percibir su ansia, y en aquel momento estaría bajo él, luchando por cambiar las tornas, mientras disfrutaba de cada vigorosa penetración. Esbozó una media sonrisa burlona,  perversa ante la idea de abordarlo durante la indefensión del sueño… y desde luego era una idea que pensaba poner en práctica en aquel mismo instante.

Posó las manos sobre su espalda, y notó el calor de su piel a través del sutil contacto, a sus manos le siguió el acercamiento de su cuerpo desnudo y excitado ante la perspectiva de volver a sentir el deseo posesivo y salvaje de Baelor enfrentarse al suyo, tan libidinoso y dominante. Se acercó hasta que la circunferencia de sus pezones desapareció al entrar en contacto contra su piel. El roce era delicioso, a pesar de ser aún leve, notó como un chispazo de excitación erizaba la piel de sus pechos y sus pezones se ponían duros. Apartó con cuidado los cabellos que le cubrían el cuello, y depositó lentos besos sobre las primeras vértebras de dicha zona, dejando un cálido rastro de humedad con la forma de sus labios con cada contacto.  Las acarició con su cálida respiración mientras una de sus manos viajaba por su costado, tocando su piel solo con la yema de los dedos. En su fuero interno, la fiera de su libidinosa lujuria la instaba a tocarlo con las uñas, a arañar su piel, masajear los firmes y trabajados músculos que se adivinaban bajo ella, pero no quería despertarlo, así pues, se limitó a seguir los curvilíneos contornos de los músculos hasta la cadera, hasta el muslo, que apretó de forma comedida con los dedos en un controlado acceso de deseo. Entonces sus labios acariciaron su piel hasta morder el lóbulo de su oreja, tomándolo cuidadosamente entre sus dientes y deslizándolos por la piel hasta soltarlo para después lamerlo con la punta de la lengua. Al tener que estirarse sobre su cuerpo para alcanzar la oreja, sus pezones, apretados contra su piel, arañaron la misma varias veces con cada tenue movimiento de su cuerpo. Se apartó cuando él se revolvió y decidió volver a ponerse boca arriba.

Una lenta sonrisa asomó en su agraciado rostro, con una mueca descarada, traviesa. Su mirada recorrió con lascivia cada palmo de su torso desnudo hasta centrarse en su entrepierna. No se andó con preámbulos, apartó la sábana recogiéndola pausadamente con los dedos hasta retirarla del todo. Se relamió al ver por fin su miembro al descubierto y se colocó a horcajadas sobre él, procurando no rozar demasiado su piel con la suya, ya habría tiempo para eso. Se echó hacia delante, y sus cabellos rozaron suavemente su rostro cuando depositó un pequeño beso sobre sus labios, tan delicado que apenas los rozó, pero dejó la huella de su saliva en ellos. Bajó, apenas tocando su piel con la legua, los labios y sutil contacto de sus senos, procurando no estimularlo hasta el punto de despertarlo. Los primeros en alcanzar su miembro en el descenso fueron sus pechos. Los sintió presionar su miembro levemente antes de dar paso a su boca. Posó las manos sobre sus muslos, y empezó a depositar pequeños besos en la ingle derecha hasta alcanzar la base de su miembro y sus testículos. Cerró los dedos entorno a él, sin presionar, solo sosteniéndolo, cambió los besos por largas lamidas, procurando que no fueran demasiado sensitivas, lo justo para arrancarle poco a poco de su estado, muy poco a poco. A través de la piel podía sentir como la sangre acudía perezosamente a la llamada de sus estimulantes caricias. Le miró a la cara y no aparto la mirada, estudiando cada expresión mientras su lengua masajeaba el creciente miembro con una exasperante parsimonia sin llegar a metérselo en la boca. Mientras, el aire vibró levemente con los contenidos gemidos de ella, que frotaba entre sus dedos su hinchado clítoris hasta acariciar el contorno de la entrada a su sexo, cada vez más húmedo. Tomó el suave glande entre los labios, presionándolo con mimo entre ellos y lo lamió con la punta de la lengua trazando lentos círculos y el sabor de su cuerpo volvió a inundar su boca cuando se lo metió una sola vez completo dentro de la boca. Entonces su sexo se estremeció, se cerró suavemente sobre el deseo de un miembro inexistente…Suspiro y se irguió, soltando su miembro, suficientemente erecto para lo que pretendía pero ni la mitad de lo que ella sabía que podía alcanzar. Se colocó sobre su cadera y descendió con exasperante lentitud sobre su miembro, cuando el glande atravesó los cálidos labios hasta besar la apretada y húmeda entrada, sintió un delicioso espasmo de placer recorrer en una intensa onda todo su cuerpo. Centímetro a centímetro, fue abriendose paso entre sus pliegues. Sus labios entre abiertos y su expresión revelaban la satisfacción de sentirse invadida por él, pero solo hacía falta percibir el brillo pícaro y maligno de sus ojos para ver que algo tramaba. Exhaló un largo y contenido gemido, y dejó que entrara completamente dentro de ella, apretó sus muslos contra su cadera, acarició su cuerpo con las manos y se echó los cabellos hacia atrás mientras empezaba a moverse lentamente sobre él, dejando que apenas se deslizara unos pocos centímetros en su interior, y deslizó los dedos desde su ombligo hasta sus hombros con una sonrisa traviesa en el rostro.    

-Buenos días…-dijo en un susurro demasiado sugerente para ser pronunciado por unos labios humanos.

Y elevó un poco más la cadera para hacer  movimientos algo más largos.
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El cálido abrazo de la mañana. +18 (Día 1 Mes I año 378) Empty Re: El cálido abrazo de la mañana. +18 (Día 1 Mes I año 378)

Mensaje por Baelor Blackfyre Sáb Mar 29, 2014 5:07 pm

Su espada nunca le había pesado tanto. Durante los últimos cuarenta o cincuenta minutos, el caballero enmascarado en rojo y negro había estado luchando contra una figura envuelta en sombras y con un escudo cuyas armas no eran visibles, mucho menos su rostro. El filo de su hoja se encontraba con la de su contrincante una y otra vez, sin que ninguno de ambos pudiera sacarse terreno. Cada minuto parecía una eternidad, y a Baelor nunca le había costado tanto doblegar a un enemigo como ahora. Le parecía raro, pues él tenía movimientos más lentos debido al cansancio, pero la sombra sin rostro ni símbolo alguno no parecía ni darse cuenta del paso del tiempo. El tiempo… era curioso que pensara en el tiempo y se diera cuenta que donde pisaba tenía la contextura movediza y poco firme de las arenas del desierto. Era desesperante y frustrante… un enemigo digno y no lo podía enfrentar en condiciones ideales. El peso de su armadura era un impedimento, representado en el hecho de haber tenido que levantar el escudo para defenderse en vez de contra atacar con su propia arma, como solía hacer. El sonido de la madera al astillarse fue clara señal de la ferocidad del golpe de su silencioso contrincante, y le dio la pauta para hacer un viejo, pero útil, movimiento. Empujó el escudo contra el arma ni bien ésta golpeó el primero y logró hacer retroceder un paso a la sombra. “Ahora…” pensó, viendo tambalear a la criatura, que buscaba el equilibrio. Su espada realizó una estocada que resultó mortal, atravesando el esternón de la humanoide figura. Una vertiente de líquido negro como la tinta brotó de la sombra mientras ésta quedaba tiesa en su lugar y luego se desplomaba de rodillas. El líquido formó, poco a poco, figuras inteligibles en el suelo de blancas arenas.  Por fin, cuando comprendió de que se trataba, el valyrio no había pisado jamás Poniente, pero claramente reconocería su contorno visto de arriba, pues los mapas y representaciones nunca le habían sido ajenos.  No pudo contemplarla más de unos segundos, pues la misma se desfiguró hasta transformarse en una senda de hilos de sangre roja que lo envolvieron y sofocaron. Pero la pesadilla no duró mucho, pues fue suplantada por una imagen de su infancia: él apoyado sobre la cubierta de un barco elegantemente equipado, mirando al horizonte volcanes en erupción y nubes de tormenta y azufre. Su padre le había colocado la mano en el hombro y él, sorprendido, lo había mirado con extrañeza, enarcando una ceja. Pocas veces su progenitor le dedicaba gestos de cariño o camaraderismo como lo había hecho en ése entonces… pero de alguna forma, que lo recordara, o lo reviviera tan vívidamente, lo reconfortaba. Pero la sensación de no estar viviendo algo de forma real se hizo presente en el corazón del hombre de níveos cabellos.  Como si de pintura disolviéndose en un exceso de agua se tratara, las imágenes que pasaban frente a él se fueron desvaneciendo con lentitud exasperante…
 
Su primer pensamiento en el mundo del entresueño fue dedicado al dolor de músculos que entumecía su zona abdominal y pélvica. El día anterior no había sido muy diferente al resto. Las… juntas, entre personajes que conocía poco, a excepción de Merro Azantys, se había vuelto algo monótonas. No había acción, así que era de esperarse que, al volver a la lujosa villa que poseía junto a su hermana cerca del Muro Negro, la tomara para él mismo de forma fogosa y continua. El dolor provenía de la fogosidad con la que su melliza lo llevaba a cometer el acto en sí, además de la suya propia, por lo tanto no se arrepentía… la molestia en los brazos era el entrenamiento con la espada diario, cosa que encontraba mucho menos desafiante que compartir el lecho con Daella. Su segundo pensamiento viró en torno al creciente calor del ambiente. Sus ojos profundamente cerrados se resistían a realizar el trabajo para los que habían sido creados, pero su cuerpo se entrelazó entre las sábanas de la cama, y eso se sintió como ser acariciado por terciopelo. Pero algo más… luego, entre gruñidos y suspiros profundos, sintió que la elevada temperatura no provenía del ambiente… si no de él. La incomodidad se reflejó cuando se estiró por completo, sus músculos siendo alumbrados por las pocas luces del día que se colaban entre las cortinas. Se sintió repentinamente caliente en la zona abdominal, como cuando se sienten las típicas erecciones mañaneras bajar hasta transformarse en un dolor semi placentero… pero esto era completamente distinto. Poco podía creerse que en el entresueño… en el limbo que era el estar despierto y dormido al mismo tiempo, las sensaciones tan reales de un sueño sin imágenes. Se sintió atrapado, abrazado por una caliente y húmeda presencia. No tuvo más remedio que lanzar un largo suspiro de placer de forma involuntaria, arqueando la espalda y desacomodando aún más sus propios cabellos. Por fin, sintió que se movía adelante y atrás, como impulsado por una fuerza exterior… y así era en realidad. El suspiro tan familiar de su hermana, acompañado por el típico aroma femenino de su piel y cabellos lo trajeron a un mundo donde la primera visión no pudo ser más satisfactoria. La preciosa mujer, dueña de los deseos de todo el género masculino que la había visto alguna vez, se encontraba sobre él montándolo como a ella se le antojaba. Sonrió perezosamente, sus ojos empezando a alumbrarse con la lujuria al ver sus turgentes pechos balancearse de forma extremadamente tentadora en frente de él. Ascendió con la mirada, depositándola en las hermosas facciones de su melliza, iluminadas por el apetito sexual. Su boca de labios gruesos entreabierta y sus ojos medio tapados por la mata de cabello platino, desordenado debido a la hora matinal. Sus dedos recorrieron el cuerpo del valyrio, y éste se estremeció para luego saludarla como correspondía, interrumpido antes por la sensación de sentirse tan estrechamente apretado y húmedo en donde sus sexos se conectaban.
 
Baelor sonrió, y su sonrisa fue acompañada del saludo matinal de Daella, quien era la única capaz de transformar un simple “buenos días” en una caricia erótica de los sentidos. Allí estaba, balanceándose sobre él mientras su virilidad no hacía otra cosa que crecer con cada embestida. “Buenos…” gruñó al sentirse apretar las paredes del sexo de la valyria. “…Dias….” Terminó de susurrar, completamente extasiado. Despierto, y con la adrenalina y la lujuria corriendo por sus venas, el Dragón Negro posó sus manos en el trasero de la mujer, acariciándole las perfectas nalgas hasta las dos líneas de piel que conformaban la unión entre las piernas y la pelvis, donde la miró para dar con el espectacular tatuaje de la serpiente negra y roja que, por la cadencia de movimientos de su melliza, parecía viva y a punto de engullirlo vivo. Se relamió levemente, ascendiendo por su cuerpo con la mirada y se dispuso a dar sus propios saludos. La acompañó, levantando la cadera levemente en largos movimientos ondulados. Su hermana no pesaba tanto, por lo que le era sencillo mover su propio cuerpo bajo el de ella. Sus músculos, elásticos y preparados, se estiraron para realzar sus movimientos. Entrecerró los ojos, su boca entreabierta debido al inmenso placer que, aún cuando no habían ni empezado con el acto en sí, le provocaba. El calor y la presión que encontraba en el sexo de ella era directamente proporcional a la humedad y capacidad de fricción. Su piel, sensitiva y fina en su longitud, era estimulada por una cavidad que era capaz de volver loco, o incluso matar, a cualquier hombre o mujer para lo que iba el caso. Pero no a él… la sangre de la Vieja valyria se conservaba fuerte y los mellizos Blackfyre estaban hechos uno para el otro. Dejando los pensamientos de lado, Baelor decidió acariciar la curva de las caderas de su mujer y hermana, de su deseo indómito e irresistible, y subió hasta sus pechos, tomándolos entre las manos y masajeándolos con toda la palma, haciendo que sus pezones se estimulen contra sus callosas extremidades, producto del uso de las armas. La firme pero suave piel y músculos de la zona pectoral de Daella lo recibió en una cálida y fogosa bienvenida. Nunca se cansaba de masajear y pellizcar sus pezones y ver la reacción de placer en su rostro. Los cabellos de su melliza se mecían con los movimientos de ambos, coordinados como uno… como siempre habían sido. Su longitud creció hasta inundarla por completo y rozar la entrada a sus entrañas más guardadas. Un largo suspiro de placer fue acompañado de un arqueo de su espalda, cosa que provocó que se movieran como si fueran uno de forma ascendente, casi sin separar sus sexos, haciéndolo de forma tal que la acción se encontrara en un tira y afloja de la presión de su vagina y la dureza de su virilidad. Tragó saliva y levantó el masculino mentón, profiriendo un significativo gruñido de placer, al tiempo que apretaba los pechos de su hermana con fuerza.
 

El tiempo y el espacio dejaron de existir, y Baelor podría estar apoyado sobre las blancas sabanas de la cama en su habitación de la villa que poseía en Volantis, como en el medio de las rocas perdidas de la Vieja Valyria, frente al Mar Humeante que no le importaría. No notaría la diferencia… ahora era solo Daella. La mujer era demandante, y estaba completamente a gusto con que lo fuera… se notaba en la erección pulsante que se resistía a ceder paso al constante apriete de los pliegues de su melliza. Sus ojos violetas reflejaron un cambio de tornas, y se irguió, quedando sentado, sus dedos acariciándole las nalgas y los lumbares mientras continuaban sus ondulados movimientos sincronizados. “Has amanecido… de buen humor…” susurró contra sus labios antes de morderle el inferior, luego el cuello y el canal de sus pechos. Sonrió y pasó la lengua por la curva superior del derecho, su rugosa lengua llegando a hacer contacto con el erecto pezón de la valyria hasta que lo recogió entero en su boca, mordiéndoselo. Al mismo tiempo apretó con fuerza sus glúteos para hacerla descender sobre su hombría con más brío, y sin dejarla salirse ni un centímetro. Hasta ahora, la mañana iba tranquila… pero prometía… prometía demasiado.
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El cálido abrazo de la mañana. +18 (Día 1 Mes I año 378) Empty Re: El cálido abrazo de la mañana. +18 (Día 1 Mes I año 378)

Mensaje por Daella Blackfyre Dom Mar 30, 2014 5:17 pm

Sintió una satisfacción perversa, maliciosa, al captar cada reacción de su cuerpo, cada tensa contracción de sus músculos por la excitación que le proporcionaban sus caricias, cada gruñido ahogado e involuntario…No hacían más que encender aún más su deseo. Su cuerpo se estremeció visiblemente cuando se le escapó aquel suspiro impregnado de placer y deseo cuando acomodó su miembro en su interior, tan estrecho, era como si su cuerpo respondiera a aquel sonido con un sensual abrazo sobre su miembro…Respondió a su sonrisa con otra igual de estimulante, amoldándose con un delicado y sugerente movimiento de cadera a los movimientos de él. Se mordió el labio inferior, dejando que la delicada piel rojiza se deslizara hasta soltarse lentamente. Ya estaba complemente despierto, lo sentía en su erección, entre los pliegues de su excitado sexo al ceder de forma lenta pero inexorable ante ese aumento de volumen…estaba tan, tan duro. Echó levemente la cabeza hacia atrás y entre abrió un poco más los labios exhalando un contenido gemido de placer, “Dioses…como puede tenerla tan…” sus pensamientos de disolvieron ante las placenteras ondas que besaban su cuerpo. Lo había sentido decenas de veces dentro de ella, pero siempre la maravillaba lo potente que podía ser su erección. Esa deliciosa fricción sensitiva y tensa la nubló los sentidos por un instante, pero recuperó el control rápidamente. Le había abordado durante el sueño, no solo por el deseo de su morbosa mente, si no para tomarlo por sorpresa, para provocarlo, para…tentarlo, y no entraba en sus planes perder sus privilegiadas vistas, su posición de poder, como buena amazona no podía permitir que el fogoso y orgulloso dragón la desmontase. Se lamió  muy lentamente, saboreando en su boca con deleite el intenso sabor de su cuerpo. Entonces, se inclinó un poco hacia delante, deslizando las manos por sus pectorales hasta sus hombros. El ángulo de la penetración se desplaza ligeramente y deja entrever la satisfacción que siente al sentir como su miembro frota de forma continua los sensibles pliegues. Sus movimientos se vuelven más acompasados, pero cortos, impidiendo que salga demasiado.

-Tan delicioso como siempre…-le guiñó un ojo, pronunciando cada palabra en un susurro sensual-Voy a  chupartela más a menudo…-se acerca a sus labios y los lame, mojándolos con su saliva.

No era una pregunta, era una afirmación rotunda y casi obscena, pronunciada con ese tono suyo sugerente y atrevido, pero tan cálido como un ronroneo. Una pequeña sonrisa asomó en su rostro, divertida y pícara, cuando sus manos se desplazaron por sus caderas, y por el tatuaje de la serpiente…Había sido el pago de una apuesta, él mismo había especificado algunos detalles de cómo debia ser, pero ella se había encargado de añadir otros más…sugerentes, para transformar aquel dibujo en otro arma, en otro incentivo para estimular su libido. Aún recordaba con una claridad apabullante su expresión de excitación, y esa destacada erección formarse rápidamente al bailar para él, haciendo que cada contoneo de sus caderas, cada suave y ondulante movimiento, diera vida a la falsa serpiente. No dudó en mover las caderas en círculos más marcados para deleitarle con ese contoneo. Enredó los dedos en su propio cabello y lo recogió hacia atrás, sosteniéndolo unos instantes antes de dejarlo caer de nuevo sobre sus hombros al notar el áspero y cálido tacto de sus manos sobre sus pechos. Arquea levemente la espalda y su mirada se entrelaza con la suya, intensa, pasional, subyugante. Eleva un poco más las caderas y lo siente adentrarse un poco más en su estrecha y excitada cavidad. Aprieta los labios y se muerde el inferior, para ahogar los gemidos amortiguados que se generan en su garganta con cada pellizco sobre sus duros pezones. Podría reconocer el tacto de sus manos aún si estuviera privada de sus otros sentidos, no había otro que pudiera hacer que su piel se erizara y se estremeciera de esa manera bajo sus carias, ni transmitirle esa punzante y excitante descarga eléctrica que le proporcionaba cada pellizco sobre la sensible piel. Cerró los ojos durante unos instantes, su expresión reflejó la satisfacción ante sus caricias, su rostro se tornó una sensual declaración de placer contenido cuando notó como su pulsante miembro acababa por llenarla por completo y rozaba deliciosamente el fondo de su ser. Un entrecortado gemido vacía sus pulmones, un gemido en extremo sugerente y tentador, y arquea la espalda levemente y mordiendose el labio inferior en el proceso para apagar el gemido. “Dios…que maravilla”

Sus manos, una de ellas sobre el tatuaje del dragón, aumentan la presión sobre sus firmes músculos pero las mueve, si no que sus dedos se flexionan levemente, clavándole de forma sutil pero sensitiva las uñas, como si el tatuaje del dragón le pinchara con sus colmillos. Entonces él se irguió hasta quedar sentado, un pequeño e involuntario gemido de satisfacción se escurrió entre sus labios, extasiada por sentir de nuevo su cuerpo cerca de ella. Sus uñas se deslizaron desde sus hombros hacia abajo, arañando su piel, dejandole unas finas marcas rojizas, pero sin abrir herida. Acercó su rostro al suyo hasta que sus labios se rozaron, y sus cálidas respiraciones acariciaron los labios del otro, y se entremezclaron, y una juguetona sonrisa bailó en sus labios ante sus palabras.

-Como no…estarlo…- dijo en un calido susurro, y empezó a darle leves mordidas en el labio inferior, pellizcando la suave piel entre los dientes  para acabar lamiéndolo al tiempo que una de sus manos le acaricia el cuello hasta enredarse en los cabellos a la altura de su nuca- Con esta…erección tan -acomoda las cadera sobre él y la eleva hasta que se desliza varios centímetros fuera, pero no del todo, y se relame con gesto juguetón - enorme…y firme-por cada palabra se dejó caer una vez sobre su miembro, presionándolo entre los pliegues al descender y al final gimió sobre sus labios y se rió por lo bajo divertida y segura de si.

Un suspiro escapó de entre sus labios  cuando lamió y mordió uno de sus excitados pezones. En respuesta se acercó a su oreja y atrapó el lóbulo entre sus dientes, y subió por la curva dando leves mordiscos. Estaba muy excitada, aunque se contenía. Le dejó llevar el ritmo de las penetraciones, acompasándose con él, cada vez que descendía sobre su miembro, gemía suavemente, dejando que su aliento acariciase su piel. Rozando su mejilla, volvió a mirarle, y sin apartar su lujuriosa mirada de la suya, deslizó las manos por sus brazos lentamente, disfrutando del tacto de sus moldeados y fuertes músculos bajos la piel hasta colocarlas encima de sus manos sobre su trasero. Las presionó colando sus dedos entre los espacios de los suyos y las mantuvo fijas ahí con determinación. Una sonrisa traviesa asomó en sus labios y cambió ligeramente el ritmo de las penetraciones. Lo único que se movía en ella eran las caderas, de forma rítmica, un poco más rápido de lo esperado, pero en círculos cerrados y cortos, apenas salía de su interior, pero acariciaba intensamente cada pliegue, como presionándola a que se abriera más. Echó la cabeza hacia atrás y arqueó la espalda, exponiendo más sus exuberantes senos. Su cuerpo se estremecía levemente con cada arremetida, pero mantenía el control y se lo hacía notar con esa expresión suya tan orgullosa. Tiró con suavidad de sus cabellos para obligarle a soltar sus pechos y expuso su cuello, se lo lamió y beso desde la clavícula hasta la barbilla, la cual mordió, y después le besó intensamente jugando con su lengua en su boca.

Cuando consideró que ya lo había tentado suficiente de esa manera, tomó una de sus manos, desplazándola por sus lumbares y cadera, haciendo que siguiera los contornos del reptil con los dedos, la piel se contraía bajo su tacto como si se tratare de la de una serpiente de verdad. Y posó sus dedos muy cerca de su sensible botón ya inflamado por la excitación. Las manos de ella le rodearon el cuello y acerco más  su cuerpo al suyo, hasta aplastar sus pezones contra su pecho, y elevó más la cadera. Se desplazó más hacia atrás, muy lentamente, apenas un par de centímetros, y su sexo se cerró sobre su miembro tirando y masajeando la potente erección, gimió, se mantuvo unos instantes quieta, y después se dejó caer provocando un leve chasquido al encontrarse con su piel. Lo hizo varias veces con la misma exasperante lentitud, el ascenso era lento y apretado, pero la caida era rápida e intensa. Con cada envestida, rozaba suavemente el fondo de su ser, casi como una caricia. Le mordió los labios y se los lamió mientras una de sus manos recorría su columna con las uñas.

-Apenas acabamos de empezar…y ya la tienes muy dura…-aseveró en un cálido y provocador susurro- Me pregunto…cuanto aguantarás la presión…-dicho aquello, sin previo diso, su sexo fue recorrido por un espasmo que apretó su miembro con fuerza durante el descenso en un roce en extremo sensitivo. Ella gimió sobre su boca, adrede y con cada nueva penetración sus pechos acariciaban la piel de su torso, clavándose en ella. El mundo se difuminó, ya solo existía él y el torrente implacable e infinito de placeres que compartían, ese vínculo único y perfecto de dos mitades exactas que se encuentran.
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Mensaje por Baelor Blackfyre Lun Mar 31, 2014 7:46 pm

Un escalofrío eléctrico recorrió la espina dorsal del valyrio una vez que su virilidad llegara a su máximo esplendor y su hermana respondiera intentando hacerla retroceder con la presión de sus paredes.  En ese mar de sábanas blancas y suaves hasta casi resultar insoportables, su melliza resultaba serlo aún más pero no en el sentido negativo de la palabra. En el lecho ella podía sacar de quicio a cualquier hombre, o mujer para lo que venía al caso, y seguir pidiendo de él, hasta que luego de sacarlo de quicio le sacara la vida. Con él intentaba hacerlo siempre, pero por más que intentara él siempre resistía, y eso era algo que sabía que ella no podía aguantar. Le sonrió de forma salvaje, la serpiente en su pelvis amenazando con envolverlo en toda su longitud con los movimientos sinuosos de las caderas de la mujer. Él gruño y le guiño un ojo, continuando las ondulantes ascensiones de cadera con delicadeza, estimulándola a límites que él mismo veía incapaz de mantener durante toda la sesión. Se inclinó sobre él y el dragón devoró su boca, lamiéndole los labios y el paladar, arrastrando la lengua por su cavidad bucal. Restregó la cabeza contra la almohada en un arrebato especialmente fuerte de pasión, y apretó con ganas los pechos de su amante, los dedos hundiéndose en la suave y turgente carne mientras ella se arqueaba y levantaba su plateada melena con los dedos para dejarla caer luego sobre sus hombros como ella sabía que a él le gustaba. Una vez erguido, ella sentada sobre él, las cosas no hicieron otra cosa que mejorar y aumentar en erotismo. Mordidas fueron respondidas con mordidas propias, los rasguños de ella sacándole una exclamación de deseo, al igual que sus comentarios acerca de la capacidad de su miembro fálico. Ella solía proferir esas declaraciones en medio del acto, cosa que él compartía, pero de forma mucho más frecuente que él. Se rio ante su afirmación, pero fue una risa entrecortada por sonoros gruñidos provocados por los movimientos ascendentes de la cadera de Daella, acompañados cada uno por palabras que no hacían otra cosa que volverla más sensual. El calor y la fricción iban en aumento, y cada vez que los pliegues de la vagina de la valyria eran atravesados en profundidad por su erección, ésta última se sentía como si fuera a estallar de placer. Sus manos fueron apresadas por las de ella en su trasero, haciendo que, al acompasarse, él la viera por completo mientras que se balanceaba sobre su cuerpo, ahora moviendo solo las caderas. Lo buscaba tentar… cosa que, en parte, consiguió, con un comentario por parte de Baelor con respecto a la humedad de su entrepierna. Una de sus manos viajó por el tatuaje de la serpiente, instado por su dueña para hacer justamente eso hasta llegar al centro de placer de la valyria, el cual el guerrero de níveos cabellos empezó a estimular con su dedo pulgar, haciéndolo girar en círculos cada vez más apretados.
 
Daella se presionó contra él, cosa que aumentó la fricción entre sus pectorales y los turgentes pechos de la valyria. Baelor le respondió al beso, lamiendo su lengua a lo largo y ancho, succionándosela luego mientras sus fuertes brazos envolvían a su hermana por la cintura, una en su nalga, apretándola con insistencia, y la otra acariciando su espalda y lumbares. Su aliento se mezcló con el de ella entre besos, los gruñidos producto de la impresionante fricción, solo igualada por la humedad del sexo de su hermana, que le permitía moverse casi con libertad dentro de ella.  Ella lanzó su cabeza hacia atrás luego de un comentario especialmente provocador, y él bufó y lamió su cuello de forma ascendente hasta su barbilla. “Oh… yo puedo… mf… aguantar la presión muy bien, hermosa…” lanzó el valyrio, muy seguro de sí mismo, pero incapaz de contener los gruñidos de placer que el acto en sí le generaba. Así era, él aguantaba la presión como ningún otro de los amantes de Daella, y no solo la que su órgano sexual era capaz de otorgar. Su hermana era una maestra en todo lo relacionado con la seducción, y muchos hombres, sino todos, eran consumidos por el deseo hacia su melliza. Él, por más que la deseara con locura, no caía en sus juegos mentales. Se conocían demasiado para eso. La miró a los ojos, los rostros de ambos convulsionados por la creciente niebla de la lujuria, mientras se movían sincronizados, ella levantando la cadera para dejarse caer con rapidez, él ascendiendo con su propia virilidad para invadirla antes de lo que ella querría. “La misma pregunta… te puedo formular a ti. Tan húmeda ni bien arrancar…” susurró contra sus labios luego de lamérselos. Sus dedos apretaron con ansias sus nalgas, dejando la marca de las yemas de los mismos en su trasero durante unos segundos. Gruño ascendentemente y devoró su boca, cambiando el ángulo del beso de forma constante y quitándole el aliento poco a poco. Sonrió para sí mismo y aumentó la ondulación de sus propios movimientos, apoyando las palmas de sus manos en las sábanas y elevando su cuerpo y el de ella en el proceso, su verga adentrándose salvajemente en su interior. Era una previa, una forma de distraerla de su cometido antes de cambiar las tornas. Sabía que , en su actitud dominante, la dragona no le permitiría ponerla bajo él… pero el dragón macho sabía cómo complacer a su hembra para que cayera bajo el peso de su propia arrebatadora lujuria. Ascendió con la mano que tenía apretando su nalga y le acarició la columna vertebral hasta llegar a su cuello y nuca, enterrando sus dedos en la larga melena de cabellos plateados mientras continuaban un largo y fogoso beso. El chasquido húmedo entre sus sexos no se detenía en ningún momento, siendo éste toda una caricia para los sentidos de ambos, sumado al deleite de sentirse rodeado por la mujer más hermosa del Mundo.
 

El valyrio decidió, entonces, que ya era tiempo. Mientras ella estaba distraída cabalgándolo cual amazona empedernida, él la arremetió ascendente mente y de forma tal que ella lo sintiera rozar las puertas de su útero. Entre sus gemidos y la falta de aire, Baelor la aferró por la cintura y la hizo girar, quedando él sobre ella. Le sonrió y le guiño el ojo ante su disgusto, pero no le dio mucho tiempo para pensar en la posición perdida. Se colocó bien sobre ella y se abalanzó sobre sus pechos, mordiendo y succionando la firme piel y el grueso tejido nervioso de los pezones, amamantándose de ellos con voracidad. Mientras tanto, sus manos le sostenían las de ella entre los dedos, en un gesto de especial pasión. Sus caderas ondulaban y su forma de afianzarse en el colchón mediante el peso de sus rodillas le permitía alcanzar un ángulo de penetración especialmente profundo. Cada embestida era tan elaboradamente ahondada que tenía que mantenerla firme en el lugar para no arrastrarla por las sábanas debido a la potencia con la que bombeaba los interiores de su hermana. Sonrió y soltó su pecho con un sonido húmedo para luego aumentar el ritmo de formafrenética, sus ojos fijos en los de ella. 
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Mensaje por Daella Blackfyre Vie Abr 04, 2014 5:54 pm

Le dedicó una larga e intensa mirada al sentir como acariciaba los alrededores de su clítoris, cada vez más cerca del hinchado y excitado botón, humedecido por el flujo de su placer. El ansia y el deseo se dispararon cuando empezó a masajearlo directamente, y aumento sus embestidas y las contracciones de los músculos de su sexo se volvieron más intensas. Sintió una corriente de gozo lamer todos sus sentidos, y su cuerpo se estremeció visiblemente. Estiró y arqueó la espalda, echando la cabeza hacia atrás, y dejando escapar un ahogado pero sonoro gemido de placer. Por un momento, por unos pequeños pero deliciosos instantes, se deshizo ante la sensualidad sugestiva de sus caricias, se le nubló la vista un momento, pero se recompuso. No había quien pudiera sacar tanto de ella, tentarla y satisfacer su ansia lujuriosa y lasciva, de resistir el impacto de su arrollador deseo… excepto él…pero por muy intenso que fuera, por gruesa y potente que fuera su erección y su habilidad para arrancarle cada gemido con sus lascivas y apasionadas caricias, ella seguía albergando una naturaleza dominante, ardiente y enamorada del poder. Adoraba el simple hecho de tenerlo bajo ella, entre sus piernas, marcando el ritmo, explorando su cuerpo…las vistas eran inmejorables. Pero él era el Dragon Negro, era desafínate, lleno de lujuria salvaje, y no había nada más excitante para ella en su mundo que él.

Sus labios se abrieron y curvaron lentamente en una pícara sonrisa al escuchar sus palabras. Ni una muestra de flaqueza, por mucho que atacara sus sentidos con el contoneo sensual de sus caderas, el irreal efecto del movimiento sobre la serpiente tatuada, y sus lascivas palabras., pronunciadas con ese tono suyo tan subyugante…esa resistencia a sus trucos no hacía más calentarla aún más, arañaba su ego de dragona posesiva y dominante…y después el muy descarado le lamía el arañazo con una firme seguridad, aparentemente inquebrantable. Era una herida que escocia y provocaba al mismo tiempo, y la impelía a emplearse a fondo para sacarle…todo, quería verlo retorcerse de placer bajo su apasionado influjo.

Se lamió el labio superior, apenas con la punta de la lengua, hasta la comisura, son sus brillantes iris amatista en los suyos. Se vio absorbida por el libidinoso torrente que transmitía con solo la intensa fuerza de su mirada. Ladeó levemente la cabeza, con gesto jocoso y divertido, disfrutando del placer contenido que denotaba su rostro. Cada penetración arranca de lo más profundo de su ser un gemido que exhala directamente sobre sus labios, buscando tentarlo, provocarlo con la caricia de su aliento, el suave y sensual sonido de sus manifestaciones de placer, y si, esa fricción extasiante entre sus sexos, entre su verga enorme y potente, y su tenso, húmedo y estrecho sexo. Por el momento, tenía el control de la situación. Sus manos se deslizaron por sus hombros, presionando con la yema de los dedos, cada musculosa y definida línea, como si dibujara un mapa de su cuerpo en su mente. Las deslizó por su espalda, arrastrando las uñas en paralelo a su columna vertebral.

Su cuerpo tiembla recorrido por un placentero escalofrío cuando la acaricia la espalda y siente su mano apretar sus nalgas. Entonces detecta un brillo especial en su mirada, algo…diferente, ¿travieso?, pero antes de que la de tiempo a pensar en ello, le clavó su palpitante y duro miembro profundamente y con vigor. Una oleada de placer sacudió hasta la ultima fibra de su ser, le clavó las uñas en la nuca y la espalda y echó la cabeza hacia atrás, dejando escapar un inusitado gemido de gozo que le cortó la respiración. Entonces, Dragón Negro decidió sacar a relucir ese carácter intenso y dominante. Sus arremetidas se volvieron más duras, mas apasionadas. Cada penetración fue coronada por un contenido gemido por su parte, mientras sus cuerpos se encontraban con un chasquido sordo del roce de piel contra piel, lo cual se sumaba al leve susurro húmedo de la fricción de sus sexos. Se mordió el labio inferior con fuerza intentando, contener los jadeos y el sensual sonido que brotaba de entre sus labios. El sabía como satisfacer su deseo, sabía como le gustaba que se la follara, sabía a que ritmo poseer su cuerpo en cada momento y cuan profundo entrar para satisfacerla, tentándola al mismo tiempo. Volvió a sentir como el cálido y resbaladizo glande chocaba contra el fondo de su ser, apenas rozándolo, como un suave beso. Sus caderas iniciaron un movimiento ascendente -descendente rápido y ansioso, deseando que volviera o hundirse de nuevo dentro de ella. La fricción era casi dolorosa, el movimiento de sus caderas era acompañado por el acompasado y elástico movimiento de todo su cuerpo, sus pechos seguían el ritmo y sentía como se rozaban entre ellos con cada embestida y rebotaban levemente. Estiró la espalda y se tensó. Sus manos recorrieron el torso de su mellizo, con las uñas, intentando abarcar la mayor cantidad de piel bajo sus manos, y entonces, cuando volvió a mirarle a los ojos, lo supo. Ahí estaba esa brillo de triunfo en su mirada.

Notó sus manos en su cintura, hizo ademán de resistirse, pero no pudo, cuando quiso darse cuenta, sentía el peso de su amante hermano sobre su cuerpo, el calor tan excitante y el contacto duro y firme de su piel. Levantó las  manos para tomarlo por la nuca, pero se las agarró, entrelazándolas con las suyas, y las mantuvo fijas contra las sabanas, mientras atacaba sus pechos con la boca. Estaba indignada, casi furiosa, pero su ira era apaciguada por el insoportable placer que embriagaba sus sentidos. Ese ritmo y esa profundidad de penetración, y su boca en sus duros pezones, la hicieron temblar y estremecerse bajo su cuerpo. Apretó las mandíbulas y arqueó la espalda. Su respiración se aceleró y le devolvió la mirada cuando se separó de sus senos con un chasquido húmedo, sentía como ardía la piel allí donde la había mordido y lamido, sus pezones parecían en carne viva, húmedos y enrojecidos por las atenciones dadas por su hermano. Se sintió impelida a exigirle que no parase, pero no lo hizo. Le miró a los ojos mientras forcejeaba, dando tirones para soltar sus manos. Pero él permanecía impasible, embistiéndola cada vez con más dureza, mientras ella luchaba por contener sus gemidos y se retorcía sin éxito bajo él.

Su cabello se abría en abanico, y la sábana bajo ella parecía gris y sucia en comparación con los destellos plateados de su espesa melena. Entonces, dejó de luchar, al menos de ese modo, era mucho más fuerte físicamente que ella, la tenían bien cogida, en todos los sentidos. Así pues echó mano de sus atributos y dones. Su pecho subía y bajaba rápidamente agitado, sus mejillas estaban cubiertas por un leve rubor de excitación. Se deshizo en un largo y acariciante gemido, celebrando el aumento del ritmo hasta alcanzar un frenesí delicioso y subyugante. Había comenzado el juego, la había engañado, pero ella también sabía jugar a ese juego. Le dedicó una mirada cargada de lujuria y ansioso deseo.

-Dios, encaja tan bien…-dijo en un susurro delicioso, como si saboreara la sensación de sentirlo dentro de ella de esa manera tan feroz e implacable- Sabes exactamente como follarme para arrancarme cada gemido…¿verdad?- dijo, con deleite, pero al mismo tiempo, con cierto tono seductor, de desafío.

Le devolvió el beso, invadió su boca con su lengua con ardor, de forma casi posesiva, y se entretuvo mordiéndole el labio inferior hasta que clavó sus colmillos y le hizo sangrar. Se entretuvo lamiéndole la herida, saboreando el sabor de su sangre en su boca antes de que se retirase, y le sonrió divertida. Enredó una pierna entorno a su cadera, y no ejerció presión con la otra, su sexo cedió ligeramente la presión, solo para que se oyera con aun mas claridad el chasquido húmedo de sus sexos al friccionar. Estaba muy húmeda y caliente, aún más que hacía unos minutos, cuando hizo aquel comentario que tanto la excito. Aprovecho para arquearse de nuevo de placer y exponer sus exuberantes senos, que se mecían ante el rostro de su hermano, tentándolo. Cuando consideró que ya lo había tentado suficiente, entre la sinfonía de sus gemidos y el sonido de sus cuerpos al encontrarse, estrechó intensamente el abrazo de su sexo sobre su miembro, lo notó tan duro e hinchado que se estremeció de puro gusto. Cada vez que se impulsaba hacia atrás, la desplazaba unos centímetros en esa dirección, para devolverla a su lugar cuando la embestía, tal era su agarre que le costaba desplazarse dentro de ella.

-Oh, dioses, Baelor…clávamela hasta el fondo…-dijo en Alto Valyrio con tono casi autoritario. Aunque en realidad, esa era la guinda del pastel.

En el siguiente impulso, no se lo pensó dos veces, soltó el agarre de los dedos de su mano derecha sobre la de él y le mordió en la muñeca con la intención de causarle tal sorpresa y punzada de dolor como para que aflojara la presión. Dio un par de fuertes tirones para liberar la mano, y se pasó la lengua por los dientes de la mandíbula superior como un depredador frente a su presa, el brillo de su mirada era fiero, lujurioso. Alargó la mano liberada, la enredó en sus cabellos a la altura de la nuca y le obligo a besarla. Fue un contacto enérgico, apasionado, y hambriento, ella acarició cada rincón de su boca y mordió y jugueteó con su lengua con picardía, quitándole el aire como había hecho él hacía unos minutos. Mientras, sus caderas  se movieron, buscando un contacto más profundo y estrecho, sin parar, arremetiendo una y otra vez al tiempo que se restregaba contra su cuerpo desnudo. Deslizó los dedos desde la nuca, por su cuello, hasta su pecho y le empujó hacia atrás sin miramientos, entonces coló una pierna entre su cuerpo y el suyo, se echó para atrás y volvió a empujarle plantando un pie en su pecho. Y se quejó al sentir como su miembro abandonaba su cuerpo.

-Un intento admirable…pero tú hembra tiene los colmillos muy afilados.

Le miró, se relamió y no le dio tiempo a recuperarse, inmediatamente volvió a abalanzarse sobre él. Le obligó a sentarse, ya que la fuerza de su impulso no la permitía desestabilizar una poderosa masa de trabajados músculos como aquella, pero la bastó para colocarse a horcajadas, estrechar el abrazo presionando con los muslos su cadera, y penetrarse de golpe hasta que volvió a rozar su fondo, gritó sobre sus labios, disfrutando del beso de su cálido y suave glande, y empezó a darle pequeños mordiscos, tirando de ellos suavemente. La sonrisa pícara no abandonó su rostro, es más, se amplió cuando le vio acercar las manos a su cuerpo, al momento, le cogió por las muñecas y le obligó a colocarlas sobre sus lumbares, sin soltarle, para que siguiera el vaiven de sus caderas y sintiera los musculos trabajar bajo su tacto. Su cadera empezó a moverse en impetuosos círculos sobre él, a un ritmo creciente y cada vez más profundo, empujando casi su cadera contra la suya. No tardó en empezar a gemir de nuevo, sus pechos volvieron a acompañar los saltos que daba su cuerpo al montarlo de esa manera. Su sexo se contrajo en excitantes espasmos, apretando a intervalos regulares su miembro, le soltó , se abrazó el cuerpo bajo los senos, resaltando su turgencia y tamaño, y destacando que sus pezones volvían a estar secos y casi parecían llamarle, sedientos y ansiosos de sus besos y el calor de su boca. Por el abrazo de sus extremidades, se apretaron el uno contra el otro, haciendo desaparecer el canalillo, pero ella pegó su frente a la suya, cubierta de una suave película de sudor, para que no pudiera bajar la cabeza y tocarlos con los labios.

-No, no…no son para ti…-y le guiñó un ojo mientras se acariciaba los pezones con los dedos, dejandolos entre ver entre los espacios de los mismos.
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El cálido abrazo de la mañana. +18 (Día 1 Mes I año 378) Empty Re: El cálido abrazo de la mañana. +18 (Día 1 Mes I año 378)

Mensaje por Baelor Blackfyre Dom Abr 06, 2014 7:59 pm

El Dragón Negro impulsó el peso de su cuerpo de forma tal que el ángulo de inserción dentro de su hermana se volviera cada vez más consistente. Toda la longitud de piel y músculos que conformaba su virilidad estaba en constante contacto, firme y apretado, con las paredes húmedas de la valyria, quien en un movimiento largamente conocido, buscaba dificultarle su entrada. Pero Baelor se caracterizaba por su tozudez y su hambre por sortear desafíos, y estando en superioridad debido a su posición por sobre ella, dejar caer su cuerpo sin miramientos no le suponía esfuerzo alguno al descendiente de Daemon. Eso sí, el placer otorgado y recibido era un arma de doble filo, capaz de lanzar bajo tierra la resistencia de cualquier hombre con verga entre las piernas. Calor… inmenso calor se levantaba, o así se sentía, entre la fricción de las pelvis de los dos herederos de la Vieja Valyria… de los dos Dragones Negros cuyo destino era el estar unidos en más de un sentido. Baelor lo sentía, recorriendo su espalda y levantando extremadamente la temperatura. Sus hombros, lumbares y pectorales se humedecieron por el sudor, haciendo que su desordenado cabello color plata se pegara por las puntas por estar mojadas. Su expresión era brillante de deseo y placer, pues la energía sexual fluía por todo su cuerpo desde la unión que los mantenía juntos hasta el último nervio de su anatomía… y casi que esto último era visible. Su piel se erizaba con cada nueva arremetida, cada vez en más rápida sucesión una de otra. El húmedo chasquido, entonces, se vió aumentado tanto en cadencia como en volumen, entrelazado con los gruñidos de él y los gemidos en ascenso de la valyria. Baelor sabía que Daella estaría molesta. La cama era el terreno de la belleza de cabellos platinos y ojos amatistas así como el campo de batalla era el suyo, y que él le confiriera una disputa entre las sábanas era toda una ofensa para ella… aunque él sabía que la ponía, y mucho, aun cuando no quisiera admitirlo. Su rostro a escasos centímetros de los de ella se balanceaba lentamente, observando la perfecta imagen que ella otorgaba a la vista terrenal. Su curvacea figura de piel tersa y dorada estremeciéndose y rebatiéndose entre las embestidas que él le proporcionaba. Sus labios entreabiertos, gruesos e invitadores, su cabello esparcido en abanico contrastaba con sus ojos y mejillas ruborizadas por el esfuerzo. Baelor se relamió y le depositó un solo suave beso tentador, antes de recibir la mordida por parte de ella, que le provocó un morboso sentimiento erótico. Saboreó el gusto metálico del líquido elemento fluyendo por su herida y se deleitó luego con los susurros cargados de deseo desbordante de su melliza, quien lo reclamaba para ella una y otra vez, aun estando en desventaja de posición. “Te cabe alguna duda…?” susurró el valyrio en referencia a la pregunta de ella. Como respuesta alternativa, hizo girar su cintura mientras ella le presionaba con una pierna la misma, su pene obligándola a abrir más las paredes contraídas de su sexo.
 
Pero si las tornas cambiaban un momento, al otro podían hacerlo nuevamente y más si se trataba de Daella Wildfire. Ella, en su extenso conocimiento sobre las artes de satisfacer a los hombres, lo apretaba cada vez más mientras más dentro él se aventuraba. Eso conllevó a una irremediable distracción por parte de él, pues la fricción concentrada le significaba un aumento esporádico en el tan controlado placer que iba acarreando con cada minuto que pasaba. Allí fue cuando sintió la punzada de dolor en su muñeca, justo cuando levantó la cabeza para lanzar un gruñido de placer significativo. Inconscientemente soltó la mano de su hermana, y ésta se aprovechó para atraerlo hacia ella. Sus pectorales rozaron sus pechos, y ella marcó un compás más acelerado con su cadera, moviéndose ondulantemente bajo él. Pero lo que terminó decidiendo su destino fue el pie colocado en su pecho que lo obligó a caer de espaldas con fuerza, separando su verga de su humedad con rapidez. Se intentó erguir, algo confuso por lo rápido de la secuencia anterior, pero en seguida tuvo a su hermana nuevamente a horcajadas, presionando su pelvis contra la de él y besándolo con ardor. Respondió, y no hizo otra cosa que acrecentar el placer generado, una vez que ella misma buscara su verga para penetrarse hasta el fondo. Jadeó en el beso, lanzando una profunda exclamación de placer entrecortado debido a tener la lengua dentro de la boca de su hermana, pero se sintió nuevamente ascender hasta el mismísimo cielo. Su verga, henchida y erecta, rozó nuevamente cada uno de los pliegues de la valyria hasta besar el tope de su ser, la entrada misma al útero de Daella. “Tan… apretada…” susurró sobre los labios de su hermana, dirigiendo sus manos a acariciar su cintura y espalda. Pero ella tenía otros planes, pues le obligó a poner sus dedos en sus lumbares, colando sus propias manos entre las de él. Descansó la yema de sus dedos y las palmas sobre su baja espalda entonces, acariciando la tersa piel y los hoyuelos que se conformaban justo en la unión entre la misma y sus nalgas. Remarcó con dos dedos el recorrido del tatuaje de la serpiente, mientras suspiros esporádicos se escapaban de entre sus labios para ir a parar contra los de ella. Sonrió de placer y se ensanchó, notando el trabajo muscular de las ondulaciones en las caderas de la valyria mientras se presionaba contra él. En su deleite, el hombre de Valyria la comenzó a acompañar, ascendiendo y haciendo rebotar levemente a la mujer contra su verga, rodeada de una suave y espesa humedad caliente que parecía a punto de quemarlo vivo. Ella, sin embargo, no pararía de tentarlo ante la mínima ocasión que tenía. Se rodeó los pechos con los brazos, remarcándolos y apretándolos uno contra el otro al mismo tiempo que lo montaba con las piernas entrelazadas en su cintura. Se intentó agachar con gesto de deseo, pero ella lo obligó a mantenerse erguido, poniendo su frente contra la de él.
 

La miró a los ojos, sonriente ante sus palabras y ladeó la cabeza lentamente para acercar sus labios a los de ella. Se fundió en un largo beso apasionado en que su lengua buscó la de ella, lamiendo sus dientes y entrelazándose con su húmedo y rugoso músculo. Sus manos apretaron sus nalgas ahora, haciéndola caer más profundamente sobre él y, por consiguiente, adentrándose más en ella, hasta el punto de impedirla levantarse. Ahora solo quedaba el juego del movimiento constante y lento. Subió con una de las manos y le jaló levemente el cabello, obligando a arquearse más y, en consecuencia, liberarse de su beso y exponiendo sus turgentes senos. Era normal que su hermano y amante sintiera tanta atracción por esa parte de su anatomía, aunque toda ella lo volvía loco en sueños y en la realidad, pues su perfección y forma eran un regalo al sexo masculino. Pegó sus labios al canal de los mismos, lamiendo y besando a lo largo y ancho. Su rasposa lengua, cual felino, recorrió la curva superior del pecho izquierdo, realizando círculos cada vez más concéntricos hasta llegar a su pezón, el cual succionó con voracidad. Unos minutos pasaron y cambió violentamente y con un húmedo chasquido, al derecho. Allí fue más meticuloso, o todo lo meticuloso que se podía ser mientras movía sus caderas al compás de las de ella, su verga danzando dentro de los pliegues apretados de su hermana. Se amamantó de su pezón, sus gruesos labios envolviendo el rugoso tejido de la rosada piel tan sensible. Luego de varias lamidas, cambió a sus dientes, tirando con insistencia de la tersa superficie para después besarla nuevamente, como si se tratara de los labios de la valyria y no de sus senos. Se amamantó largamente con gruñidos intermedios que hacían vibrar su boca y, por consiguiente, los músculos de su hermana en esa zona. Para finalizar su trato, el Dragón Negro empezó a meter más que solo el pezón en su boca, mordiendo y abarcando cada vez más de su firme tejido dentro de su cavidad bucal. Luego la soltó con una última fuerte mordida y la miró a los ojos, a la misma altura que los de ella, un poco mas bajos por la ventaja de posición que ella le llevaba. “Ahora son mios…” bromeó y le lamió los labios con lentitud. El final se sentía cerca, pues por mucha resistencia que los dos ostentaran, la intensa actividad les estaba jugando en contra a ambos. Los movimientos cambiaban de longitud y cadencia, intercalando entre largos y onduladas fricciones a arremetidas constantes y rápidas, provocando saltos en el cuerpo de su hermana. Él gruñía cada vez mas fuerte y ella aumentaba sus gemidos esporádicamente, señal de que la culminación era casi inmediata. Sonrió y colocó una de sus manos justo en donde se encontraba el botón del clítoris de la diosa de la lujuria que lo cabalgaba con ímpetu. La masajeó con gran destreza y, al mismo tiempo, la penetró hasta besar su útero una y otra vez, obligándola a venirse antes que él.  
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El cálido abrazo de la mañana. +18 (Día 1 Mes I año 378) Empty Re: El cálido abrazo de la mañana. +18 (Día 1 Mes I año 378)

Mensaje por Daella Blackfyre Miér Abr 09, 2014 2:58 pm

Le devolvió la sonrisa, sin apartar su frente de la suya, y estrechó el abrazo bajo sus senos, encogiendose levemente de hombros para elevaros y apretarlos un poco más. Entonces sus labios se encontraron, sus lenguas se buscaron y se entrelazaron. Cambió el ángulo de su cabeza ladeándola suavemente y pasó un dedo por la línea de su mandíbula, hasta llegar a su oreja, pasó de largo y hundió los dedos en su cabello hasta su nuca, donde le clavó las uñas al sentir la presión de sus manos sobre trasero, empujándola para penetrarla más profundamente. Sintió con creciente satisfacción como los pliegues más íntimos, cercanos a las cálidas puertas de su fondo, cedían ante su avance y el firme agarre sobre sus glúteos solo la permitían moverse en lentos y pequeños círculos la cadera. Sentía como su potente erección acariciaba de forma constante sus pliegues más profundos e íntimos, friccionándose constantemente contra ellos, contra la entrada más profunda, como si intentar persuadirla para que le abriera el paso. Ese sugestivo contacto la hizo estremecerse visiblemente sobre su cuerpo. Era tan tentador…sintió el fiero impulso de embestirle, de dejarse caer y clavarlo profundamente dentro de ella. Profundizó el beso empujándolo por la nuca, intentando ahogar sus gemidos y sus pequeñas exclamaciones de placer, pero se vió obligada a separarse cuando enredó los dedos en su largo cabello plateado y tiró hacia atrás. Estiró la espalda un poco más, echando la cabeza hacia atrás en el proceso, y separándose de sus labios con un leve gemido de protesta. Sin embargo, una suave y picara sonrisa curvó sus carnosos labios. Ahora tenía los pechos expuestos a sus labios, y enseguida notó su cálida y húmeda lengua lamer uno de ellos, trazando lentos círculos entorno al erizado y sensible pezón, cada vez más cerrados. Podía habérselo impedido, cruzándose de brazos sobre los pechos, pero ya había acabado el tiempo de los desafíos y las provocaciones, estaban demasiado excitados…y llevaba largo rato deseando volver a sentir el contacto de su boca contra su piel, y Daella no era la clase de persona que se privaba de disfrutar, menos aún si se trataban de las atenciones de su hermano.

Se mordió el labio inferior cuando tomó dentro de su boca la dura protuberancia, y ella exhaló un cautivador gemido que inundó el silencio, únicamente roto por el continuo sonido húmedo de fricción entre sus excitados sexos. Dejo escapar varios intensos gemidos rebosantes de lujuria y deseo cuando lo succionó, la embriagaba ese tiron sobre tan sensible punto de placer. En los arrebatos más intensos en que su excitación se disparaba, movía las caderas a mayor velocidad, buscando el placer de la presión su duro miembro contra los calidos y húmedos pliegues de su sexo. Abrió los ojos y meneó la cabeza para que la soltara el cabello cuando apartó la boca de su piel y atacó el otro pecho con voracidad. Se lamió lentamente los labios y suspiró al sentir como su lengua jugueteaba con el pezón. Suspiró, convirtiendo el suave sonido en un sensual gemido junto a uno de sus orejas. Sus manos viajaron por su espalda, arrastrando las uñas en paralelo a su columna vertebral, arrancándole un placentero escalofrío al pasar tan cerca de las vértebras. Mientras, le lamió la oreja y mordisqueó la curva de la misma, tirando con suavidad. Después acarició con una mano la curva del seno que el ya había trabajado previamente, y ahora se encontraba húmedo y extremadamente sensible a cualquier roce. Lo tapó con suavidad con la mano, y acarició con los dedos el endurecido pezón. Notaba como la temperatura de su cuerpo iba aumentando progresivamente, y más en aquellos momentos, que ya notaba la inminencia del orgasmo. La excitación acumulada y que intentaba controlar empezaba a nublar sus sentidos, pronto se desbordaría, y la fiera lujuriosa, salvaje y voraz que la arañaba por dentro con insistencia, sería liberada.

Se sentía tan deliciosamente cerca, cada apretado roce de su miembro y esas caricias tan excitantes en sus senos, la acercaban un poco más al final. El calor incandescente con que abrazaba la fuerte erección de su hermano se podía considerar un peligro para cualquier otro hombre, en realidad el simple el contacto con su piel había dejado dolorosas quemaduras en el cuerpo de muchos desdichados que ni siquiera habían conseguido arrastrarla hasta el borde de un explosivo y arrollador orgasmo. Podía contar con los dedos de una mano los que si…y desde luego ninguno salió bien parado.

Arqueó la espalda exhalando un inesperado gemido de placer especialmente intenso y satisfactorio cuando sintió sus dientes aferrarse y tirar de la sensible piel, provocando que ella misma tirase con los dedos del otro y lo apretara con suavidad entre ansiosos gemidos. Inmediatamente empezó aumentó el ritmo, al bajar la vista sus miradas se entrelazaron, y esbozó una sonrisa cautivadora y rebosante de pasión ante sus palabras, ya no era capaz de pensar. Le mordió la lengua y le clavó las uñas en la espalda sin apartar un solo segundo sus ojos de los suyos. Todo lo demás se disipó, dejó de existir, lo único que había en su mundo era excitación entre sus piernas que estaba apunto de desbordar sus sentidos y el propio placer de su hermano. Las embestidas y el contoneo de sus caderas se volvió más salvaje, de movimientos largos pero inusitadamente rápidos y ansiosos. Sus pupilas se dilataron, y sus ojos se tornaron en una mirada feroz, cargada de deseo. Muchos hombres se acobardaban ante la energía arrolladora de Daella, pero su hermano no era un hombre cualquiera. Sabía que él estaba cerca del final, pero también sabía que el llevaba la ventaja…

Cerró los ojos tan solo unos segundos, echando la cabeza hacia atrás, para disfrutar de las ondas de placer que tocaban cada nervio de sus ser, por lo que no le vió desplazar los dedos hacia abajo hasta que empezó a masajearle el centro de placer sin contemplaciones. Abrió los ojos al instante y de lo más profundo de su ser emergió un largo y entrecortado gemido completamente libre de cualquier tipo de autocontrol. La presión que sentía entre las piernas de liberó de forma casi dolorosa, y recorrió todo su cuerpo en una ola abrasadora, su autocontrol había explotado, como si nunca hubiera existido, y él lo percibió no solo en su voz si en el salvaje estremecimiento que besó su cuerpo y se hizo palpable bajo su tacto. Su apasionado gemido reverberó en la habitación y cualquier desde el pasillo lo habría oído con total claridad, y cualquiera con un mínimo de sangre en las venas se hubiera estremecido de placer al escucharlo. Si el éxtasis y el placer hubieran podido tornarse en sonido para definirse, habría sido el gemido de Daella. La cadencia de sus caderas se volvió desenfrenada y su sexo apretaba como nunca el miembro de su mellizo, como si quisiera sacarle algo…y eso era exactamente lo que pretendía. Se produjeron otras ansiosas replicas de ese sensual gemido, más suaves pero no por ello menos estimulantes. Le hizo un arañazo en el hombro y la sangre brilló en las finas heridas. En su mirada ya solo se podía vislumbrar el deseo desbordante y ardiente que era la naturaleza de la dragona.

Sabía que él también estaba muy cerca, lo notaba en la pulsante y furiosa erección que presionaba sus pliegues deseando ser liberada, le conocía sus reacciones tan bien como él conocía las suyas, como si fuera casi su propio cuerpo. Le dedicó una mirada hambrienta, traviesa, aún embriagada por la fuerza de su propio orgasmo que aún no se había disipado, y que estaba utilizando para provocar el de él. Una media sonrisa se dibujó en su rostro y apretó entre sus mulos para elevar las caderas, hasta sentir como su sexo se elevaba hasta que su miembro se deslizó varios centímetros fuera de ella, y se dejó caer sobre él con fuerza aún a pesar de que la presión de sus pliegues era muy intensa. Lo hizo dos veces, sin pausas, y con cada arremetida no solo notaba como las puertas de su intimidad se vencían, si no también como se resquebrajaba el autocontrol de su ardiente hermano en sus gruñidos, sus ansiosos jadeos de excitación, y por supuesto, en la palpitante erección y en sus dedos clavados en sus nalgas. El la última arremetida, Daella se quedó un segundo suspendida sobre su cuerpo, abrazando únicamente los primeros centímetros de su envergadura a punto de deshacerse en un orgasmo. La Valyria había colocado sus manos sobre las suyas sobre sus glúteos y le miró durante ese breve segundo a los ojos. Vio un deseo tan intenso como el suyo, un ansia depredadora e impaciente y vio el anhelo de lo que ambos sabían que iba a pasar, las dos arremetidas anteriores habían anunciado que su sexo no aguantaría un embate más. Entonces los músculos de ambos se tensaron y él la empujó hacia abajo. La propia Daella aplicó su propio peso en la caída y cuando la unión se concretó, sus puertas cedieron, le abrazaron y arqueó la espalda al sentir su miembro sucumbía a la presión y soltaba su pesada carga en su interior. El sentir su cálida y espesa semilla inundarla y rebosar, otorgándola una inigualable sensación de plenitud, se tradujo en un estremecimiento tan fuerte que sintió si se deshiciera o se fundiera con su cuerpo. Se la escapó un “Sí” de profunda satisfacción, y durante unos largos segundos solo existieron la sensaciones del roce entre sus cuerpos, sus respiraciones sobre sus labios, el intenso olor de su deseo y sonido de sus gemidos y pesados jadeos que iba acompasándose con el paso del tiempo.

Disfruto de los restos de su orgasmo, y el de él. Se acomodó sobre sus caderas, moviendo a los lados con suma suavidad las caderas y poniendo los dedos bajo su barbilla, para acercar sus labios a los suyos, le miró a los ojos y en esa mirada concentró un manto de emociones entre el deseo salvaje y el profundo afecto dedicadas en exclusiva a su mellizo y que siempre era breve y poco habitual. Y le besó. Fue un beso corto pero intento y profundo, pues aun estaba recuperando el aliento. No dijo nada acerca de lo que le había parecido aquella sesión, no había palabras, que a su gusta, pudieran definirlo, y tampoco eran necesarias, se entendía perfectamente sin ellas. Tras el beso, lamió el arañazo de su hombro y succionó la sangre hasta dejar los finos cortes limpios aliviados del escozor que era previsible que sentiría. Se relamió con deleite bajo su mirada y le puso una mano sobre la cabeza tatuada del dragón. Gruñó, imitando uno de los muchos que le había sonsacado al Valyrio durante su ardiente encuentro, y dándole un leve matiz fiero, como si se tratase de un dragón de verdad, y arrastró con suavidad las uñas sobre la pintada piel hasta cerrar el puño sobre su mandíbula, como si le hubiera mordido. Sonrió con picardía y se estiró echándose los largos cabellos hacia atrás, despegándoselos del cuerpo debido al sudor acumulado. Su pecho se expandió cuando respiró profundamente, y soltó el aire sobre el cuello de él para aliviar el sofocante calor. De pronto, se tensó ligeramente, atenta, y pasados unos segundos sonrió y se señaló el oído incitándole a que escuchara. Se pudieron escuchar las leves pisadas de los esclavos alejándose al otro lado de la puerta…se rió, siempre la divertía ver como otros envidiaban y se veían atraídos por su deseo desatado.

Se recreó durante unos largos y cautivadores segundos en observarlo con embriagada atención. Había sido creado con todo aquello que podía seducir a la joven Valyria, hasta el más mínimo sutil detalle.

-En unas horas tenemos reunión con los exiliados…-susurró sin intención de importunarle con tal comentario, pues sabía que le aburrían dichos encuentros, aunque ella se encargara de…compensarlo en casa- Estamos tan cerca Baelor, dentro de poco empezaremos a movernos, reclamaremos lo que nos pertenece- su tono destilaba una seguridad en si misma apabullante, como si hubiera nada en el mundo que ella no pudiera alcanzar. De nuevo, esa característica y deliciosa sonrisa traviesa adornó su rostro y suspiró sobre sus labios mientras le acariciaba las vértebras del cuello en un masaje metódico y suave- Seguro que el primer punto del día es Cregan quejándose de que Nathan ha vuelto a usar dinero del fondo común para pagar los servicios de sus prostitutas.- dijo con un brillo divertido en la mirada antes de cambiar suavemente la posición de su cuerpo sobre él.

Fue entonces cuando notó que aún estaba firmemente clavado dentro de ella. Pues la excitación había tensado su cuerpo y no había podido abandonar su cavidad ni aún con la lubricación adicional de su semilla. Lo tenía bien cogido, y esa sensación de control aliviaba la leve incomodidad de tenerlo encajado en su interior, tornándose excitante.

-Uy…-murmuró con tono travieso y fingiendo una inocencia que no iba a colar.

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Mensaje por Baelor Blackfyre Dom Abr 13, 2014 10:03 pm

Era curioso como los sentidos podían ser engañados con simplicidad. El joven valyrio sentía como si estuviera rodeado de seda, suave y abrazadora seda que se adaptaba a cada uno de sus músculos, y todo por estar llegando a un punto tan sensitivo del acto carnal con la mujer que era suya y siempre sería suya, que dudaba de si se podría recuperar del mismo una vez acabado. Pasaba cada vez, sin excepciones, que los envolvía tal oleada de placer, que peligraba con cada segundo que mantuvieran el ritmo desenfrenado de las embestidas y movimientos de cadera y pelvis. No había sustancia más adictiva en la faz del mundo que la escencia de su hermana en sus labios mientras le mordía los pezones y el resto de sus senos. Baelor levantaba la cadera con cada ondulante movimiento de la mujer de cabellos plateados. Sus labios se encontraban entreabiertos, y un gruñido cada vez más desaforado de placer surgía de entre los mismos. Sus manos acariciaban la esbelta cintura de su hermana, un pulgar deshaciéndose en caricias y masajes en el clítoris hinchado y húmedo de la misma. Decidió cerrar los ojos unos segundos, concentrándose en una cosa… un sentimiento en particular.  Éste se trataba de su erguida longitud incrustada varios centímetros dentro de la dragona, quien se la abrazaba con una humedad, espesor y calor casi insoportable. De allí provenía la sensación de estar envuelto en seda… ella era la seda, la suavidad salvaje en la que se terminaría consumiendo, quien alimentaba su fuego vital y, aun así, se lo quitaba con cada vez que lo hacían. Se estremeció, sintiendo sus dedos en su espalda y escuchando el clásico chasquido húmedo continuo y con tendencia al eco que precedía a cada nueva onda de placer que golpeaba su cerebro. Pronto se le hizo imposible el privarse de la visión de la mujer más hermosa y deseable de Poniente y las Ciudades Libres. Abrió con exasperante lentitud sus parpados, ahogando gruñidos y quejas de deseo y lujuria, graves y profundos como la voz del Dragon Negro ameritaba. Se encontró con la materialización del deseo, una diosa de cabellos blancos, húmedos por el sudor, a escasos centímetros de su rostro, con ojos violetas y labios gruesos, que invitaban a ser besados… cosa que hizo sin miramientos. Largo y tendido intercambio su saliva con la de ella, cosa que se le volvió cada vez más difícil el conseguir aire para respirar debido a la actividad física, el valyrio volvió a poner sus manos en las nalgas de ella, apretándola contra él, sus pectorales rozándose contra los duros pezones de la beldad de otro mundo a quien estaba por descargarle todo su deseo. Sus lenguas se entrelazaron y ella aprovechó a morderle la de él mientras aumentaban el ritmo, quizás a la última velocidad de la mañana a juzgar por la creciente temperatura y humedad que ella despedía. Él mismo empezaba a sentir los leves espasmos que recorrían su longitud, cosa que vaticinaba un final literalmente explosivo.
 
Pero, volviendo sobre el tema de los terrenos de dominio, el Dragón Negro sabía cómo complacer a su hembra e, incluso, dominarla en su propio juego. Ella cerró sus ojos, y allí fue cuando él profundizó el masaje de su clítoris, procurando hacer que cada círculo trazado con su dedo fuera más cerrado y apretado. Sus cabellos danzaron, sus senos se mecieron y sus caderas buscaron cada vez más el contacto con las de él hasta que Baelor sintió la explosión de su hermana, que fue anunciada por un desaforado grito de placer. Su humedad se contrajo y lanzó una gran cantidad de líquido, cosa que solo hizo que su verga quedara más lubricada. Sonrío entre suspiros que se colaron por los espacios de sus blancos dientes y levantó su seno derecho para morderlo mientras disfrutaba como ella agotaba los últimos rastros de su orgasmo… pero se vió sorprendido. Mientras llevaba la firme y suave carne a su boca, la valyria continuó su danza, moviendo sus caderas con insistencia. Entrecerró los ojos… seguro que, como hombre que era, quedarse sin acabar en tal acto de pasión no era su estilo, pero que ella buscara el orgasmo de él era todo un desafío directo a su habilidad. Estaba demasiado sensible, y las dos arremetidas que ella le propició levantando su cuerpo significativamente para luego caer con velocidad en su erguida erección. La primera la soportó como en todo el acto, la segunda le arrancó un gruñido intenso y que le apretara las nalgas con fuerza… la tercera la hizo esperar. En su malicia e infinita sensualidad, ella lo miró expectante, lista para dejarse caer sobre él y que acabara con todas las de la ley. Le respondió a la mirada de forma desafiante pero con igual carga de deseo contenido. Ocurrió con un chasquido de humedad más fuerte que los anteriores seguido de que él tirara la cabeza hacia atrás y apoyara la espalda en la cama, gritando de placer y apretándole los glúteos en un largo orgasmo. Su semilla, caliente y espesa, surgió esporádicamente, inundando las paredes de la mujer hasta casi desbordarla. Se recreó, disfrutando cada segundo que pasaba en ese estado de extasis absoluto en el que sus sentidos se adormecían y los oídos le retumbaban con la exclamación de placer de su melliza. Sus músculos se tensaron y su piel se erizó, descansando sobre los residuos de la hermosa sensación de encontrarse rodeado de seda. Jadeó pesadamente y estiró su cuerpo perezosamente, sonriendo satisfecho y con los ojos cerrados. Una risa entrecortada le prosiguió a que abriera los ojos, y volviera a sentir. El olor fuerte del sexo no abandonaba la habitación… de hecho raramente lo hacía, pero cada vez que se renovaba le parecía más delicioso que la anterior. Sus dedos descansaron en los muslos de ella, masajeando desde sus rodillas hasta sus glúteos, admirándola con deseo y cariño justo antes de responder al beso que ella le regaló. Luego se dispuso a escuchar, siguiéndole el juego.
 
El personal de la villa era propenso a escuchar sus actividades de alcoba… a la gente le gustaba el morbo de meterse en lo que los demás hacían… sobre todo si incluía a las o los amantes. Rió, pero más por la visión de Daella atenta a éstas cosas que ante el hecho en sí y pasó el dorso de su mano por su ombligo, disfrutando con el contacto de su piel. Sus ojos brillaron de repente ante sus palabras. “Si… cerca. Nunca debimos estar lejos sin embargo… pero no habría diversión alguna en tener el trasero ya sentado perezosamente sobre el Trono de Hierro… la historia recuerda a quienes toman las cosas que les pertenecen, no a quienes las heredan” en su dura filosofía, el valyrio de la casa Blackfyre no podía hacer otra cosa que recordar a sus propios ancestros. Sus divagaciones serias volvieron a tornarse en una sonrisa al imaginarse las quejas de Cregan, el Exiliado encargado de manejar los gastos monetarios de la compañía. Era extraño… no recordaba exactamente por qué habían puesto partes de sus riquezas en ésa empresa, pues no era como si estuviera funcionando a la perfección. Además, poco sabían de los otros Exiliados, salvo que tenían un objetivo común con ellos…
 

El cambio en el movimiento del físico de su hermana le arrancó un involuntario gruñido. Se dio cuenta, entonces, que la pasión con la que habían realizado el despertar de ése día resultó en que él se encontrara mas dentro de ella de lo que pensaba… tanto que la sola tensión de sus interiores le resultaba levemente doloroso… ni hablar de si intentaba retirarse. Sus labios se curvaron ante la exclamación inocente de la valyria. “Oh… como bien dijiste… debemos reunirnos en una hora…” exclamó con ojos entrecerrados el Dragón Negro, el tatuaje que le daba dicho nombre brillante y sudoroso n su hombro. Posó sus manos en los huesos de sus caderas, acariciándola levemente y alzó con suavidad la cadera. Su envergadura se adentró unos centímetros más en ella, y luego bajó de nuevo su pelvis, jugando con la gravedad y el descenso de ella sobre él. Éste acto hizo que se adentrara otro tanto e, inconsientemente, lanzó una gran cantidad de aire sobre los senos de la mujer. “Crees que llegaremos… a tiempo?” preguntó socarrón, mientras empezaba a moverse con lentitud, nunca retirando ni un palmo de su virilidad fuera de ella. La misma empezó a irrigarse de sangre nuevamente, presionando las paredes de la mujer con insistencia. Estaba claro que esto no había terminado. Baelor, haciendo uso de su autocontrol, paseó su mirada por los pechos de la mujer y luego hasta su abdomen, donde descansaba el tatuaje de la serpiente que parecía preparada para engullirlo. Se relamió y le acarició dicha zona con fogosidad… muy sensible tras el acto anterior… el mínimo movimiento lo ponía con los pelos de punta. 
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El cálido abrazo de la mañana. +18 (Día 1 Mes I año 378) Empty Re: El cálido abrazo de la mañana. +18 (Día 1 Mes I año 378)

Mensaje por Daella Blackfyre Jue Abr 17, 2014 5:11 pm

Aspiró lentamente deleitándose con el intenso olor de su deseo que impregnaba el aire. El pulso de su orgasmo entre sus piernas fue remitiendo, pero aún le quedaba la sensación de calidez y untuosa humedad que empapaba. Se humedeció los labios, acariciándolos de forma lenta y sensual con la lengua mientras besaba con la mirada el cuerpo desnudo de su hermano. Parecía que hasta el último detalle del mismo estuviera diseñado para estimular todos sus sentidos. Pasó los dedos por el contorno del dragón negro tatuado en su piel húmeda y acarició su torso siguiendo las líneas de sus músculos que marcaban bajo ella. Una sonrisa iluminó sus agraciadas facciones ante sus palabras. La valyria siempre había hecho gala de una gran seguridad en si misma, por ello no dudaba de que el Trono de Hierro sería suyo de una u otra manera. Baelor era las leyendas de los antiguos y gloriosos héroes de antaño hechas carne, y ella tenía la magnificencia de una emperatriz, eso era indiscutible, y para ella había hombre más formidable que él, pero claro, nadie lo conocía como ella y no candidato mejor al trono que él. Empezó a hacer lentos círculos con un dedo entorno a su ombligo y se mordió el labio inferior en un gesto de deseo e incipiente excitación cuando se adentró un poco más en su sexo húmedo y terriblemente sensible. Esa simple penetración, ese roce tan sensitivo entre sus tensos pliegues, la hicieron estremecerse de gusto.

Entrecerró los ojos al ver su expresión y notar ese tono burlón en sus palabras. Se inclinó un poco hacia delante, descansando una pequeña parte de su peso sobre sus manos que descansaban sobre el firme abdomen de su hermano y ascendió lentamente, presionando levemente la piel bajo su tacto hasta llegar a su clavícula. Apenas le dio un pequeño beso sobre los labios, dejando una leve marca de humedad, de saliva, sobre ellos, y le mordió la barbilla, cuando notó sus dedos acariciar sus caderas. Poco a poco, volvió a su posición original, deslizando las uñas por su piel con una lentitud casi exasperante. Entreabrió los labios y dejó escapar un pequeño y acariciante suspiro de gusto al sentir el roce de su miembro en su interior acomodándose al ligero cambio de posición. Un delicado ronroneo de placer llegó amortiguado hasta los oidos de su hermano, algo parecido a un pequeño, largo y sensual gemido que no pudo evitar al sentir como los movimientos de él la impulsaban suavemente hacia arriba. No tardó casi ni un segundo en coordinarse con él. Cerró los ojos unos instantes, concentrándose en la sensación la fricción entre sus sensibles sexos. Aflojó la tensión de sus muslos sobre las caderas de él ligeramente, para dejarse caer despacio sobre su miembro cada vez que lo hacia él, y así evitar que separase más de lo que deseaba de él. Se estremeció al sentir como el aire de su respiración acariciaba sus senos y enfriaba la fina película de sudor que los cubría. La delicada y sensible piel se erizó y sus pezones volvieron a marcarse y endurecerse. Le miró a los ojos y le medicó una sonrisa sensual con un pequeño matiz travieso y juguetón. Deslizó las manos por su propio cuerpo, acarició las manos de él colocadas en sus caderas, subió por su abdomen, arrastrando pequeñas gotas de sudor en el proceso que dieron cierto brillo húmedo y atrayente a su suave piel dorada. Se abrazó los senos por la curva inferior, acariciando la circunferencia de los pezones, sin tocarlos directamente. Mientras, no detuvo ni un instante el suave vaivén de sus caderas, ni remitieron sus gratificantes y sensuales suspiros.

-Diría que… dada la “profundidad”, del asunto que estamos tratando…No, no llegaremos a tiempo…-aseveró con tono suave y sugerente, aludiendo al claro sentido de sus palabras.

Un pequeño gemido de excitación escapó de entre sus labios entre abiertos cuando notó como su miembro volvía a recuperar lentamente el vigor, y las cálidas y receptivas paredes de su sexo volvían a verse presionadas. Pero esta vez, en vez de responder con una contracción intensa y aplastante se sus pliegues que podía llegar a resultar dolorosas, simplemente respiró profundamente y echó mano de su maltratado autocontrol. Entonces las suaves y cálidas paredes se contrajeron entorno a su dura erección, abrazándolo, amoldándose a su tamaño y forma, para que ambos sintieran cada delicado pero insistente roce en toda su amplitud y deleite. Definitivamente ella estaba moldeada con deliciosa precisión para adaptarse a él como nadie lo estaría jamás. Se mordió el labio inferior, pero eso no impidió que se la escapara un gemido de excitación al sentir como se adentraba un poco más. Notó con deliciosa claridad, como una caricia directa a su sistema nervioso, como el suave y cálido glande se rozaba contra el tejido del punto más sensible de lo más profundo de su ser. En respuesta, sus pliegues se contrajeron en pequeños y espaciados espasmos, como si se estremeciera. Instintivamente, tiró por fin de sus pezones, de forma lenta, hasta que se escaparon de entre sus dedos. Estiró la columna y echó la cabeza hacia atrás. Sus cabellos se mecían suavemente con cada movimiento, con cada encuentro entre sus sexos.

-Oh dioses, Baelor…- susurró tras un intenso gemido de placer. Su tono fue cálido, sugerente, sensual…como un beso directo sobre los oídos que la escucharan.

Abrió lentamente los ojos y entrelazo su mirada con la suya. Tenía las pupilas dilatadas, brillantes por el deseo, pero esta vez no era la llama furiosa y voraz que se habían inflamado durante la sesión del despertar, no, aquella era una llama ardiente, candente como plata al rojo vivo, pero controlada. La fiera libidinosa y lujuriosa que era la valyria había sido satisfacida, y ahora se mostraba más dispuesta a mostrar otras artes más…comedidas y sutiles. Para Daella, el sexo con su hermano era algo que podía definirse como un arte, y ella era una artista muy dedicada y tentadora, que además, no olvidaba que hacía unos minutos la había engañado y la había arrastrado hasta el orgasmo en primer lugar… debía resarcirse. Una de las manos que masajeaba sus senos, dejando a la vista los duros pezones entre los dedos, descendió por su vientre muy despacio y puso los dedos sobre los labios su sexo, justo sobre los que cubrían parcialmente el clítoris y hundió los dedos, apartándolos suavemente y empezó a acariciarlo de forma lenta metódica. Se mordió el labio inferior y contuvo un gemido. Una pequeña sonrisa pícara asomó en su rostro cuando ella misma varió levemente la sincronía de los movimientos de cadera, elevándola un poco más y antes de tiempo, haciendo las penetraciones más largas. Su erección se deslizaba lo justo y necesario para deslizarse con suma lentitud por el apretado abrazo que eran que eran los confines de su ser. Se estremeció y emitió una leve nota de dolor cuando las tensas puertas de su ser, el punto más apretado, se quejaron. Estaba claro que no iba a salir fácilmente, pero no era eso lo que pretendía. Las punzadas de dolor fueron sustituidas por placer rápidamente a la tercera penetración. Su cuerpo se acostumbró a la amplitud y envergadura de su erección y a cada roe, disfrutaba más con cada roce. Ella misma se encargaba de empujar su cadera contra la suya, gimiendo cada vez que lo sentía volver a vencer la resistencia de sus pliegues y acomodarse en su interior, recuperando el espacio conquistado previamente.

Cada arremetida, cada suave y lento descenso, era clausurada con un sutil y acariciante gemido, y en ningún momento apartó su mirada de la suya. No se recreó demasiado en las caricias de sus dedos sobre su sensible botón de placer, una vez su cuerpo se hubo calentado de nuevo y sus dedos se hubieron empapado de sus fluidos los deslizó lentamente por la curva de la ingle donde se escondía la cabeza del reptil. Siguió el curvilíneo cuerpo del animal, tornando brillante el intrincado de dibujo negro y rojo, como si de las escamas de dicha criatura viva se tratase. Sonrió cuando se topó con su mano, por lo que cambió de dirección y dejó una línea de humedad en el centro de su cuerpo. Cuando sus dedos rozaron sus labios entre abiertos, empezó a lamerlos pausadamente, limpiándolos y con una expresión de deleite lasciva y descarada reflejada en el rostro, y en la forma en que su lengua se enroscaba entorno a los dedos. Amago varias veces que iba a metérselos en la boca, con perversa satisfacción mal disimulado, incluso gemía justo en el momento que iba a hacerlo. Al final, después de varios segundos jugando con la tensión, se los metió muy despacio, y presionándolos entre los labios. Se tomó su tiempo para saborearlos, el suave chasquido del roce de su miembro dentro de su húmedo sexo parecía estar sincronizado con la forma en que ella atacaba sus dedos. Cuando los sacó, con un leve sonido de succión, sonrió de forma pícara y provocadora, se relamió lentamente, quitando los restos que habían quedado sobre sus labios, y entonces, recogió lentamente sus cabellos entre sus manos, peinándoselos hacia atrás, de forma que la grácil curva de su cuello quedó a la vista.

Se echó un poco hacia delante apoyando con cuidado las manos el vientre de su hermano, bajo el ombligo, instándole a que elevara un poco menos la cadera.

- Despacio…o te dolerá…- susurró- Deja a tu hermana marcar el ritmo…

Entonces le guiñó un ojo con picardía, y su cadera empezó a moverse en círculos más pequeños y lento. Su sexo apretaba intensamente su miembro únicamente cuando descendía hasta volver a clavarse en su interior. El gesto ondulante y sinuoso de sus caderas era constante y no permitía a su erección abandonar su interior. Poco a poco, la tensa abertura de su útero se tornó ligeramente más flexible, debido a la intensa fricción recibida. No tardó en notar este detalle por lo que amplió los círculos trazados por su cadera, de forma progresiva y lenta, justo hasta que la base glande chocó contra la suave membrana que eran las puertas que lo mantenían atrapado en lo más profundo de su ser. Gimió sin contención al sentir la presión, pero no aceleró y mantuvo el ritmo pausado y controlado. En cada descenso su sexo se contraía haciendo la caída más lenta, hasta que su cadera se apretaba contra la suya, incluso notaba el contacto de sus testículos contra su piel al hacerlo. Cada vez que sentía el leve roce de su miembro contra su fondo gemía, y sus uñas se clavaron en la piel de su abdomen, mientras su cuerpo seguía el compas de sus movimientos, y nuevas gotas de sudor, bajaron desde su cuello lentamente hasta colarse dentro de su canalillo.
Daella Blackfyre
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